jueves, 11 de septiembre de 2008

COMEDORES ESCOLARES


9/sep/08 07:21

El Día

Edición impresa

PABLO PAZ

Un nuevo programa nutricional para las escuelas

ACTUALMENTE, las nuevas generaciones de padres cada vez tardan más en tener hijos; incluso los hijos parecen más bien sus nietos. Son parejas sin compromiso, sin ataduras, modernas. Ambos trabajando, se supone, que dentro y fuera de casa; con uno o, todo lo más, dos hijos; con una vida estresada, hipotecada; dos o más coches, con todo lo que ello implica; y sin tiempo para realmente vivir; y, aún menos, para dedicárselo a los hijos. Muchos de estos padres han optado de forma irresponsable, pero evidentemente mucho más cómoda: dejar esa parcela afectiva -a la que por lo visto se le da cada vez menos importancia- a las guarderías y a los colegios, como si éstos fueran unas nanis modernas, y tuvieran el cometido exclusivo del cuidado, nutrición y educación de sus hijos.

Dicho esto, y asumiendo que las familias tienen la responsabilidad ineludible de inculcar a sus hijos una educación en valores, así como cuidar y fomentar en ellos unos hábitos de higiene personal, han de cuidar, asimismo, su alimentación. No hay que olvidar que la escuela, en todo caso, es el último reducto donde los niños tienen la oportunidad de mejorar precisamente esos hábitos alimenticios, que se supone traen aprendidos de sus casas.

No obstante, y como la mayoría de nuestros hijos tienen que comer en las escuelas, éstas no sólo deben mejorar el entorno alimenticio, sino también ampliar dicho cometido - el de dar de comer -, a través de un programa que podríamos llamar "Nutrición en la escuela" o incluso "Enseñar a comer" en el que a través de charlas educativas, se les enseñe a los pequeños cómo mejorar sus propios hábitos alimenticios. Tanto los niños como las niñas han de percibir desde sus inicios la importancia que tiene comer bien, tanto en su casa como en la escuela. Han de saber que tiene que comer de todo, pero limitando al máximo la sobreoferta de la llamada comida basura. Es fundamental, tanto para los padres como para los educadores, saber que los niños forman sus hábitos en relación con la comida durante los tres o cuatro primeros años de sus vidas. Por ello, es tan importante -como decía en mi artículo anterior titulado "Somos lo que comemos"- no olvidarnos de comer en familia y compartir todos juntos la satisfacción de elaborar la comida y el placer de comerla. En esa edad es cuando los pequeños comienzan a afianzar su personalidad y el gusto por las cosas y, por tanto, optan por lo que más les deleita comer, rechazando aquello que les incomoda o, simplemente, les molesta a la vista o al paladar.

Las comidas que se ofertan en los colegios deberían reunir unas mínimas condiciones no sólo higiénicas -que eso se da por descontado- sino gastronómicas, nutricionales y de sentido común: ha de primar la simplicidad ante todo; la variedad y la calidad de los alimentos; los ingredientes deberían ser, en lo posible, ecológicos, una sola opción con tres platos (más vale una buena que cinco malas); por supuesto, nada de fritos; la comida tiene que oler bien y saber mejor; la fruta de temporada y obligatoria todos los días; los niños no sólo han de comer bien, sino también conocer lo que comen, así como deben saber comportarse en la mesa, también utilizar los cubiertos adecuados y tener la conciencia de que la comida no es gratis -aunque para algunos sí lo sea a través de ayudas o de becas-, y que dicho acto -la comida en sí- es uno más dentro de su formación como estudiante y como persona.

El dinero público ha de gestionarse no sólo con honradez, sino también con honestidad y, por consiguiente, cualquier presupuesto que vaya dirigido a enseñar a comer y a mejorar la alimentación de nuestros hijos ha de ser bienvenido. Los niños, además de comer sano y rico, tienen quee conocer el origen de los alimentos que comen; han de saber que la carne o el pescado o las verduras no nacen y crecen en las estanterías de los supermercados; menos excursiones lúdicas -que para eso están los padres- y más visitar museos, pero también granjas de animales, mataderos municipales, bodegas, queserías, huertos, piscifactorías, etc. Los niños deben saber qué diferencia hay entre el pescado blanco y el azul y por qué es necesario comer uno u otro, así como saber que también hay peces que viven en los ríos y que el vino o la cerveza provienen de la vid o de ciertos cereales. Que comer bien y variado es fantástico, pero que lo es aún más el poder cocinar los alimentos y combinarlos a nuestro gusto o al gusto de los demás. Para lograr todo ello, es necesario la colaboración y la buena predisposición de todos los agentes afectados: padres, educadores y la administración, que, en definitiva, es quien tiene que poner los medios y la financiación necesaria para sostener los huertos y los comedores escolares.

La comida, pues, ha de ser para los niños un parte más de su aprendizaje, como lo puedan ser las matemáticas o la lengua. El colegio ha de ser, en definitiva, un medio y un instrumento para completar ese bagaje que todos necesitamos para afrontar con ciertas garantías lo que nos puede deparar en un futuro la vida. Por eso, es importante saber y practicar lo aprendido, pero también lo es comer bien y sano, porque, en definitiva, insisto en ello, somos lo que comemos.

macost33@hotmail.com

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