La afectividad obra cambios radicales
en el niño que ha sufrido maltrato
S/C de Tenerife.
La salud mental depende de los contextos
interrelacionales. De ahí que
los niños que llegan a los centros de
protección o que conviven con
padres sin habilidades educativas son
diferentes, porque los contextos
determinan el desarrollo cerebral.
Cuanto más temprana sea la detección
del maltrato, el cambio que se
produce en el niño, incluso f ísicamente,
es radical. Ese cambio tiene
que ver con el trabajo y con la afectividad
de los profesionales que tratan
con ellos.
Así lo expuso ayer Jorge Barudy en
su intervención sobre “Losmodelos
de buen trato como finalidad de las
intervenciones educativas y sociofamiliares
para prevenir y tratar las consecuencias
de los malos tratos infantiles”
en el marco de las jornadas de
calidad dirigidas a profesionales,
organizadas por
Infancia y Familia del IASS de Tenerife.
Jorge Barudy destacó que el paradigma
de los buenos tratos es que es
una necesidad fundamental que
garantiza la salud. “Una idea de sentido
común que la neurociencia, la
investigación del cerebro, le está
dando la razón”.
“Las experiencias de vida determinan
lo que somos”, sentenció, si bien
defendió a continuación que “con
una calidad en el trato, en la afectividad,
y con la técnica adecuada”, los
profesionales pueden lograr que personas
que fueron maltratadas en la
infancia, puedan superar su trágica
experiencia y convertirse en futuros
padres responsables. Esa intervención
sería precisamente la que
demuestran que les faltó al padre o
madre maltratador, consideró.
Barudy defendió que un niño sólo
necesita un cuidador adulto competente
para asegurar su desarrollo
sano. “Un adulto suficientemente
competente, sobre todo los tres primeros
tres años de vida”, dijo ya que
se extendió sobre la memoria “que no
se puede verbalizar” de esa primera
etapa de la infancia que, pese a no
recordarse, se ha demostrado que
puede derivar en una memoria traumática,
si ha habido dolor o estrés, y
que se reflejaría en comportamientos
futuros.
Intervención individual
A cerca de la intervención con los
menores que han sufrido diferentes
modos de maltrato, el experto abogó
por la integración de los profesionales,
desde los que hacen el diagnóstico
y toman la medida, hasta los que
atienden a los niños en los centros.
En ese sentido, reprochó que a
veces los jueces “por ignorancia” se
opongan a una medida que perpetúa
el daño que está sufriendo el niño,
mientras que en su opinión, basada
en la experiencia de muchos años,
“cuanto más incompetentes son los
padres para el cuidado de sus hijos,
más reivindicativos son y menos
recursos tienen para aceptar su incapacidad”.
Esmás, insistió, en un gran
porcentaje, la resistencia suele ser un
indicador de su incompetencia.
Sobre la actuación con esos padres
o madres, defendió la rehabilitación
parentela, individualizada de los
miembros de la familia, frente a la
intervención familiar, “porque pierde
al niño como sujeto de la intervención”.
Y reiteró que el desaf ío de la
intervención es la rehabilitación de
cada individuo”. Al respecto, aprovechó
para censurar que pueda existir
una terapia de pareja cuando hay violencia.
“Es una aberración. Sólo les
puede atender separadamente”, zanjó.
También cuestionó que la intervención
de los psiquiatras infantiles “no
suele ser buena, porque buscan un
diagnóstico y trasladan el problema
al niño”.
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